La falla, documental de Alana Simões, advierte la grieta en el imaginario de la niñez mexicana de los años 2020, que desde el espejeo del microcosmos también muestra los retos de las siguientes generaciones. Según Simões: “es una película cuya pregunta central es qué le narramos a nuestras infancias y qué piensan nuestras infancias. En la historia despiden a su maestra, pero a partir de este pretexto narrativo se revela mucho de lo que nos pasa, a través de de las miradas de los chiquillos”.
La falla tiene su estreno comercial a partir del 15 de mayo de 2025. Compartimos nuestra charla con su directora, Alana Simões.
En La falla retratas un salón de clases que propone mundos cándidos y otros siniestros, ¿cómo llegas al aula de la maestra Celeste y descubres que ahí hay una historia?
Empecé como muchos mexicanos en estos años, desesperada de estas espirales de violencia que no sabemos por dónde atajar. Regresé de España, donde viví unos diez años, y estaba muy perturbada con esto. Quise averiguar con los adolescentes qué estaba pasando. Entonces llegué a la Escuela Normal de Atequiza, estas escuelas para formar maestros, con la carga que tuvieron en su momento. Empecé a trabajar con un grupo que estaban a la mitad de su carrera. Una de ellas era la maestra Celeste, a quien le habían dado su primer grupo en Acatic, una pequeña ciudad cerca de Guadalajara. No necesité más de media jornada en el salón para saber que ahí estaba lo que andaba buscando, la raíz de este sistema que nos tiene en círculos y de los que no hemos podido salir. En esos pequeñines había, no sé si respuestas, pero por lo menos otras preguntas.
Por un lado veo un salón de clases muy divertido; por el otro lado propones temas que antes no se trataban en la primaria y aquí casi parecen obligadas, como la violencia de pareja, el semáforo del cuerpo contra el acoso sexual o las prácticas de prevención en caso de tiroteos. Son momentos agridulces de la educación primaria.
Esas fallas sistémicas son muy profundas, y de ahí viene el nombre de la película. No tienen que ver con el sistema educativo o con las familias,sino con un conjunto. Por todos lados se está normalizando la violencia, porque es algo que nos está ocurriendo a todos y eso sentí en el salón. Para mí el semáforo del cuerpo es la secuencia que más me escamó. Somos el país con mayor índice de abuso sexual infantil. Es una realidad que lamentablemente le tenemos que enseñar a los chiquillos: cómo defenderse de sus familias, de los tíos o los señores. Es parte de lo que para mí significaba, hacernos estas preguntas entre todos.
En La falla, la maestra Celeste les enseña el mural de la Independencia de México de Juan O'Gorman, pensaba en este salón como un mural donde está el niño problema, la inteligente, una güera con mucha intuición de la justicia. También destacan elementos nacionalistas como la bandera, el himno nacional, la escolta, el desfile... este salón parecía un microcosmos del mismo México que ellos están representando.
Yo también empecé a sentir que ahí se estaban revelando todos nuestros Méxicos, lo que va a ser o lo que ya es; por otro lado habla como de mi regresión a la infancia. Esta edad en la que las etiquetas se convierten en identidad, que luego es difícil no salir de esas verdades que nos dicen en esa edad.
Y las cuestiones nacionalistas me parecían interesantes, seguían ahí fuertes, como en mi infancia, pero esos temas se han resignificado con una situación que ahora nos indican lo contrario, las fallas, las grietas. Por un lado están las posibilidades de Nación y por otro, las grietas por las que se nos está yendo la energía.
En La falla logras una tremenda intimidad con los chavitos. ¿Cómo era la relación de la documentalista con ellos?
Es el segundo largometraje que hago con niños, he aprendido mucho de la experiencia anterior. Para mí en la preproducción es cuando se filma el documental, esos dos años que no salen en la pantalla, que son los que hacen que todo suceda. Trabajé unos seis meses con las mamás, porque además filmar niños está prohibidísimo, pero encima en una escuela primaria pública, fue una odisea que me lo autorizaran, y eso significó muchísimas reuniones con la SEP y con las mamás. Desde siempre les dije que mi mirada no denunciaría el sistema educativo, pero tampoco sería una mirada que va a colores rosas. Las mamás me agarraron muy bien la onda, y después de ese trabajo, cuando tienes confianza con los tutores, los niños te aceptan, ellos sienten esa confianza de su tutor.
Cuando entré con mi crew, las primeras semanas los niños se la pasaban mirando al techo porque veían el boom del sonido, entonces pensaba que esta película sería un desastre. Pero se les pasó rápido: después de que lo tumbaron, le pegaron, le dieron patadas, ya lo normalizaron. Y como no podíamos microfonear a 24 chiquillos, investogamos sus historias, sus personalidades, y decidimos microfonear a unos ocho niños, en función de los contenidos que íbamos a grabar cada día. Los poníamos estratégicamente cerca del fotógrafo, que el pobre se tuvo que quedar mes y medio en cuclillas. Éramos tres personas que no podíamos movernos ni deslizarnos.
Los niños hacen un video con el que van a despedir a la maestra Celeste. Era como jugar al audiovisual dentro del audiovisual, hasta las texturas de las cámaras son son diferentes. ¿Cómo funcionaba este ejercicio que ellos hacían en tu historia?
Ellos empezaron a manifestar su necesidad de despedirse de su maestra, y además tenían muchas ganas de tocar las cámaras. Nos pareció ideal que ellos hicieran su propia película. Nos hacía matar dos pájaros de un tiro: por un lado estaban con su camarita a gusto y por otro nos daban la narrativa de la despedida. Nos daba curiosidad saber qué verían a través de la cámara. Y funcionó perfectamente bien; de hecho, esa camarita que yo pensé que se iba a reventar el día uno no le pasó nada, está aquí intacta y la tengo como sagrada, porque se la rolaban uno a uno en el recreo, corrían, se caían y sobrevivió, teníamos miles de horas de metraje porque nunca le daban STOP, grababan la vida.
Tu historia ocurre en Acatic, una pequeña ciudad de Jalisco. ¿Qué implicó filmar ahí?
La profesora es de ahí, tenía muchos contactos personales y fuimos bien recibidos. Las personas de las SEP nos conectaron con el presidente municipal, quien a su vez nos contactó con todas las personas de gobierno para darnos protocolo de seguridad, porque en muchas ocasiones el crew estábamos en carretera. Nos prestaron lugares, la Casa de la Cultura, el auditorio, siento que es un espacio muy unido. La escuela [Abraham González Rivera] me impactó. Me pareció impecable en todos los aspectos. No solamente me refiero a su limpieza física, sino en un trato muy humano. Fue una sorpresa grata para mí.
¿Ya vieron La falla la maestra Celeste y sus alumnos?
Me comprometí con las mamás y sus niños, a que ellos iban a ver la película terminada, para autorizarla. Eso era muy arriesgado porque ya imaginarás la subjetividad de 24 personas. Fue la primera proyección, en la que he tenido más nervios en toda mi vida, y fue plena. Les costó, por supuesto, porque los chiquillos de alguna manera evidencian cosas de la casa, pero las mamás estaban muy echadas para adelante, en el sentido de hablar de los tema. Una vez que ellas me autorizaron ya fluí por la vida. Cuando la vieron los chiquillos fue divertidísimo, la querían ver otra vez y otra vez, unos se reían, a otros les daba pena. Hicimos además una pequeña alfombra roja en Acatic, entonces estaban de estreno.
¿Qué diálogo te gustaría que entablara La falla con los maestros?
En Morelia invité a algunas personas relacionadas con educación y para mi sorpresa se prendieron muchísimo. Estuvo la Subsecretaria de Educación del Michoacán, Carmen Escobedo, quien llevó a unos normalistas. Ellos quisieron platicar conmigo y al día siguiente nos reciben doscientos docentes ávidos de hablar de la película, de lo que están recibiendo en la primaria, niños muy rotos en un país con muchos problemas, y que consideran que las herramientas que necesitan son psicológicas, no judiciales, para articular lo que está pasando. Nos dieron muchas ideas para una distribución alternativa. Ahorita estamos en charlas con muchos normalistas, con autoridades de la SEP, para que cuando terminemos el circuito cinematográfico lleguemos ahí.
La falla (México, 2024). Dirección: Alana Simões. Producción: José Ramón Mikelajáuregui. Guion: Alana Simões. Fotografía: Gabriel Molina Ruvalcaba. Edición: Dorian Rodríguez. Sonido: Mario Martínez Cobos. Música: Kenji Kishi. Película realizada con el apoyo del Programa Fomento al Cine Mexicano (FOCINE). Reparto: Celeste Limón, Iker Ortega, Mateo Camarena, Sarahí González, Karol Jiménez, Brandon Rivas, Kanon Gutiérrez.